Opinión

Condenados a morir

Fernando Ónega
Fernando Ónega

Lunes 30 de marzo de 2020

1 minuto

Lo último que hizo el gobierno –prohibir despidos, hibernar la economía—tiene una razón de fondo: miedo a que las UCI exploten. La mayoría ya están al 100 por 100. Algunas, al 150 por 100. El colapso es una realidad. Tanta realidad, que se publican informaciones tan alarmantes como indignantes: en algunos países europeos prefieren que los viejos se mueran en casa. Lo digo tal como lo he leído en la prensa de hoy. En España se empieza a contemplar que no se pueda garantizar el tratamiento de los contaminados más graves. ¿Quiere decírsenos que hay personas condenadas a morir por falta de asistencia? Es terrible, pero así es. Si ese es el destino o alguien piensa en él, le tenemos que pedir algo: un orden de prioridades. Si las personas mayores son las más vulnerables, que sean las primeras en ingresar. Como sea, dándoles trato de privilegio si es preciso, pero que no se queden en la calle ni en casa. Como dice El Corte Inglés, los mayores primero. Por gratitud. Por afecto. Por justicia. Y ni no bastan la gratitud, el afecto y la justicia, que sea, por lo menos, por pura necesidad. Por pura humanidad.