Opinión

Un caso de voracidad

Fernando Ónega
Fernando Ónega

Miércoles 16 de marzo de 2022

1 minuto

 

Ha vuelto a ocurrir. Cuando el barril petróleo llegó a costar 120 o 130 dólares, la repercusión en las gasolineras fue automática: la gasolina y el diésel batieron récords de precios. Las consecuencias de esa subida las pagamos en el surtidor y fuera del surtidor, en el supermercado. Y las pagan con especial dureza los transportistas, que aseguran que trabajan a pérdidas por el precio del combustible. Y digo que ha vuelto a ocurrir, porque el barril de petróleo está por debajo de los 100 euros, pero no hay señales de bajada del precio del carburante. Hay una explicación: ahora mismo estamos consumiendo el crudo que se compró muy caro. Acepto pulpo como animal de compañía, pero con una objeción: ¿por qué la repercusión del petróleo caro es automática? Por la voracidad de los distribuidores. ¿Por qué se tarda tanto en bajar en el surtidor, suponiendo que baje? Por la voracidad de los distribuidores. Tenemos un enorme problema nacional y lo paga el consumidor sin intervención visible de los poderes públicos. Me gustaría que el Ministerio de Consumo dijese algo, incluso que hiciese algo, además de convocar huelgas de juguetes. Pero debe ser un asunto muy complicado para el ministro Garzón.