Cuarto apunte de Un instante eterno, el sugestivo libro de Pascal Bruckner: “Según The Economist, la edad más apropiada para sentirse feliz es la de los 70 años, gracias a la despreocupación y al buen humor frente a la crisis”. No sé yo, filósofo Bruckner. Pero mire usted: no se lo voy a discutir. Si no tiene razón del todo, la debiera tener. A los 70 años ya te has acostumbrado a la jubilación, lo cual es mucho. No tienes que esperar a tus hijos las noches de los fines de semana, con las cosas que pasan en la calle. Seguro que esos hijos te entretienen por su buena costumbre de dejarte a los suyos cuando se van de jarana. Si tienes inquietudes sociales, seguro que alguna ONG admite tus servicios. Nunca llegas tarde a nada, porque nada te ata a un horario. Tienes descuentos en los viajes y en los museos. Estás libre de muchas de las tentaciones de la carne. Miras los desastres políticos con una sentencia a flor de piel: “es que son muy jóvenes, ya aprenderán”. Y por ahora nunca te falló la pensión. Sí, bien mirados, los 70 años son una buena edad para ser feliz. Y los 60 también, porque la felicidad se acerca. Anda, coetáneo mío, sal a la calle y pinta una pancarta que cante a los mandamases la canción de Serrat: “niño, deja ya de joder con la pelota”.