Antes, mucho antes del coronavirus, tuvimos en España una alerta sanitaria. Fue la provocada el pasado verano por el brote de listeria que causó varias víctimas mortales y más de 200 afectados. Pasado medio año de aquella alarma social, reconfortan dos hechos. El primero, que no hubo más víctimas, lo cual significa que el Sistema Sanitario Público de Andalucía funcionó, funcionaron los métodos de vigilancia y control y se impusieron las normas de seguridad sanitaria. El segundo, que, cuando parecía que todo se había olvidado, como si fuese algo ocurrido hace un siglo, la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía acaba de demostrar que no archivó lo ocurrido y trata de evitar que algo así vuelva a ocurrir en el futuro. La pasada semana reunió a más de 700 personas en un simposio en Sevilla bajo una idea: “aprender para mejorar”. El daño hecho es irremediable. Pero, como el riesgo cero no existe, la tarea de prevenir, orientar, vigilar y garantizar la seguridad es el gran desafío de este tiempo. Para eso queremos y pagamos a los gobiernos. Sobre todo, en algo tan serio como la salud.