Suscribo las críticas a los medios informativos por el tratamiento de sucesos de sangre. Suscribo el pacto ético para que en el juicio de Ana Julia Quezada no se cultive el morbo, no se publiquen noticias sin confirmar o se provoque más dolor a la familia, sobre todo a los padres del niño Gabriel Cruz. Suscribo la exigencia del padre de Diana Quer de que no se emita la reconstrucción de su desaparición y muerte. Suscribo, cómo no, las protestas contra quienes fabrican noticias para justificar un sueldo y contra la sucesión interminable de juicios paralelos y sentencias que se dictan en los medios con frivolidad impropia del rigor informativo. Solo advierto de un riesgo: a ver si va a resultar que un informador produce más daño social que un criminal.