No soy quien para criticar la decisión de no hacer obligatoria la mascarilla al aire libre. El sentido común me dice que, aunque haya razones políticas detrás, no pueden ser tan importantes como para que la autoridad sanitaria se preste a jugar con la salud. Pero el mismo sentido común también me hace al menos cuatro advertencias. La primera, que el virus sigue ahí y sigue dispuesto a atacar, como demuestran esos 354 escolares madrileños que viajaron a Mallorca a celebrar el cambio de ciclo educativo. Y son chicos y chicas de 18 años. La segunda, que estamos en plena expansión de la variante “delta”, que es menos mortal, pero más contagiosa y ayer se produjo una subida de la incidencia. Es pequeñísima, pero es una subida, y algo debe indicar; por ejemplo, que puede haber un cambio de tendencia. La tercera, el caso del Reino Unido, que registró ayer casi 17.000 contagios y la incidencia sube estrepitosamente, por culpa precisamente de la variante india. Y la cuarta, que este paso en la desescalada, unido al anuncio del final de las limitaciones en los estadios creará, sin duda, un clima de euforia, la euforia conduce al descuido, y el descuido es el gran aliado del peligro. Les tengo que pedir un favor: los no inmunizados extremen la prevención.