Ya sé qué imagen me gustaría que quedase para la historia de los sucesos de Ceuta. No es la agresión de Marruecos. Ni siquiera la riada humana que provocó con la falsedad de la puerta abierta de España y de la Unión Europea. Ni la demostración de la incompatibilidad política del jefe del gobierno y el líder de la oposición. Me gustaría que la imagen para la historia fuese la de ese guardia civil que salvó a un bebé de una muerte segura. Y la de otros guardias y soldados que parecen devolver la vida a los migrantes al borde del mar. Y del que lleva en brazos a alguien tan desvalido que no puede andar. Guardias civiles, policías, soldados, voluntarios de la Cruz Roja convertidos en salvadores de niños y jóvenes que entraron en Ceuta engañados para una revancha política indecente. Para que luego hable en el Congreso una diputada de la CUP que solo ha visto represión en el Tarajal. Para que haya quien reproche a nuestras Fuerzas Armadas que trabajan como ONGs. Para que el independentismo califique a la Policía Nacional, a la Guardia Civil y al Ejército como “fuerzas de ocupación”. Solo hay una verdad: son nuestros héroes. Y los sucesos de Ceuta, el certificado de su altísimo valor moral.